Sociabilizado


Llegó corriendo y  se encerró en el baño. El laburo esa mañana le había resultado demasiado tedioso. Necesitaba liberarse de su Yo de afuera. La casa estaba sola, tranquila, segura.
Se inclinó sobre el inodoro y metió dos o tres dedos en su boca, forzándolos a llegar más allá, como si intentara tragarlos. Poco a poco sintió como dentro de su cuerpo algo se despegaba, separándose de la piel que lo recubría.
Primero asomó un brazo, luego el otro y apoyado sobre la mandíbula inferior,  como si fuera a salir desde el borde de una pileta, sacó por esas fauces la cabeza, el tronco…y a medida que los pies se desinflaban, las piernas, el cuerpo entero, dejó en su traje los prejuicios y posturas impuestas. Al extraer el segundo pie de su anterior boca respiró hondo, sonrió y colgó su otro Yo de una percha para que no se arrugara. Para así poder usarlo cuando volviera a salir a la calle.





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