Por que mudarse

¿Cuántas veces mudaste de piel?  

Hay personas que sienten alergia de solo pensar en armar cajas y tener que llevarse toda su vida empaquetada como un tetris para volver a acomodarla en otro espacio nuevo y desconocido. Nosotros nos mudamos tantas veces en mi niñez, buscando alquileres favorables a un presupuesto acotado de la típica familia tipo de clase media baja, que creo que eso me generó un culo inquieto sin precedentes. Y es que se podría decir que lo disfruto. Ya no sé cuál es el límite entre escape o liberación, si es un sentimiento de furtivo eternamente confinado al "wanted" imaginario en mi cabeza el que me hace cambiar de escenario, vida, trabajo y aspecto cada cierto tiempo. O solo es un rasgo de mi personalidad tan característico como mi voz chillona o mis estornudos. 

He abandonado tantas veces este blog que ya me había olvidado que existía. 

Y es que hace mucho que tampoco escribo. "Falta de tiempo". La mentira más absurda y común en esta era. Porque pasamos mil horas en Instagram, maratonenado series, discutiendo estupideces con desconocidos por Internet, viendo videos en TikTok...a pesar de esa supuesta falta de tiempo...

Pero hoy las ganas de escribir me llevaron a buscarlo otra vez. 

Sí, me vivo mudando....o vivo para mudarme. Ya no sé la verdad. El caso es que después de cambiar pueblo por ciudad del interior y ciudad del interior por capital, la pandemia me dio un garrotazo en el medio de la nuca. Fue más grande la sensación de ahogo, de estar siendo testigo de un hermoso acontecimiento histórico, posiblemente el más aburrido de la Historia (si dejamos de lado la cantidad de muertos y solo nos quejamos de la abulia del confinamiento, claro); quizás testigo del bendito Apocalipsis, que al final no llegó nunca, igual que en el 2012. Y la bronca de haber estado bajo la sombra del miedo tantos años pre 2019, de no animarme, de siempre acomodarme a la cajita de cómo me dijeron que tenía que ser. 

Los dos años de encierro me hicieron replantarme todo lo que hasta ahora planeé...y no cumplí. 

Porque estuve entre los mejores promedios en el colegio secundario. Estudié y mantuve un excelente promedio en la Universidad, obteniendo mi título con una tesina de diez. Tuve trabajos de medio tiempo y me independicé. Tuve varias parejas acordes a lo que se esperaba. Siempre escribí así que como era lógico publiqué mi primer (y único) libro... 

Pero, porque siempre hay un pero, me di cuenta de que la carrera académica no era lo mío y nunca ejercí mi profesión. Me di cuenta de que no, no era hetero y estar explicando a cualquier pelmazo que ser bisexual no me es sinónimo de adicción a tríos con cualquier pelagatos, me sacó canas verdes más de una vez. Me di cuenta de que el deseo de formar una familia no debía caducar a los 25 años y no ser parte del club matrimonio joven no era un fracaso. Que trabajar para vivir no es lo mismo que vivir para trabajar. Que el placer de escribir no tiene nada que ver con la presión de publicar, llegar a diez mil seguidores mundiales, fama; que lo normal es ya no aspirar a un Nobel sino a ser adaptado a un guión de 20 capítulo para una serie de Netflix. 

¿No es agobiante tener que dar explicaciones de por qué tenés más de 30 años y no cumpliste con nada de lo que se supone que tenías que hacer? 

No cumplí con la check list, lo lamento. Mi culpa, mi culpa, mi gran culpa (durante mi infancia, mi parte prefería de la misa, porque quería decir que ya se estaba terminando y pronto podríamos irnos). 

Tampoco me interesa andar fingiendo que gozo de una adolescencia eterna, huyendo de las arrugas, implantándome colágeno o viviendo a base de detox y gym. 

Soy una más del montón. Parte de ese grupo que llegó a la adultez sin saber por qué y con la sensación de que las recetas que nos dieron caducaron hace tanto que ahora, parados bajo el cenit frente a una audiencia impiadosa, solo nos queda improvisar balbuceando. 

Hoy estuve todo el día mascullando. Me vine a vivir a otro país sin mucho preámbulo. Un día me dije "me quiero ir". Apliqué a varias visas y la que primero salió fue Australia. Y acá estoy. Vendí todas mis cosas, regalé toda mi ropa, me despedí de mis afectos y me mudé a Sydney. 

Me cuesta creer que tomar decisiones sin pensar me hace valiente, como suelen decirme. Y es que cada vez que me preguntan por qué lo hice ahora solo sonrío y finjo demencia. Ya no respondo en clave de sincericidio que estaba empezando a caer en depresión por el vacío existencial que me provocaba haber vuelto después de la pandemia a vivir a mi casa materna por no tener trabajo o donde vivir. Eso suele despertar miradas de pena y labios fruncidos mucho más incómodos que la cara de desconcierto ante mi sonrisa idiota y respuesta superflua de "me pintó". 

Nada original a fin de cuentas. Salir de la caja, de los límites de mi realidad me hizo entender que hay muchos que viven así o más libres. Hay un éxodo masivo de gente constantemente. Somos como hormigas que se van moviendo de un lado a otro, aunque nos quieran hacer creer que el Mundo es más estático, rutinario y estable.  

Es raro migrar. 

Estar en otro país y sentirte ajeno. Aprender otro idioma y embeberte de otra cultura, añorando la tuya (aunque sin querer volver). Extrañar y a la vez no tener el “derecho de hacerlo" porque te fuiste, porque no te quedaste, no te la bancaste. Sonreír, a pesar de abrazar la soledad todas las noches y en silencio restarle importancia para poder dormirte y volver a madrugar y trabajar ocho horas diarias para comprarte cosas que antes eran impagables y que ahora te das cuenta de que eran prescindibles.

 Cosas que deseas (o te hicieron desear) que no dejan de ser solo eso: cosas. 

Entonces, ¿para qué mudarte? ¿Por qué viajar? 

No sé vos. En mi caso fue para no morir por autoasfixia, martirizándome por no haber cumplido con un montón de estándares idiotas que ni siquiera son míos, que me inculcaron, que aprendí a emular.  

Para conocer el mundo que solo imaginaba en libros, que veía en películas. 

Para conseguir ser más tolerante; disfrutar y valorar las diferentes posibilidades de habitar y ser feliz. Para aprender de quienes me rodean; para repensarme y aprender de mí misma. 

Para dejar de sentirme un robot y volver a ser humana. 


Sydney


 


  

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