Verano
Tres pares de pies juegan a
hacer equilibrio sobre la línea blanca
que demarca el fin del pavimento. La ruta está desierta. El calor de la siesta es
sofocante. A paso tranquilo, sólo miran hacia atrás cuando escuchan a lo lejos
el rumor del viento pegando en las ventanillas, silbando asonante junto al
ruido de un motor. Levantan la mano, hacen dedo. El auto pasa y siguen jugando.
El monte se recorta sobre las sierras verdes, aterciopeladas. Por encima,
más allá, un cúmulo de nubes demasiado blancas. Los bichos vencen al silencio y cantan. Mientras,
sobre el pavimento, tres sombras avanzan lento y sus pies se desdibujan en la
gramilla gris que apenas se mese por la brisa.
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