Sub-especies de la cuarentena: Los Paranoides
Durante los primeros días parecía que todo era una
broma. Una propaganda más de los paranoicos de siempre que nada tienen que hacer
con sus vidas y ven conspiraciones mundiales en todos los rincones del planeta.
Pero con el paso de los días sus lógicas dejaron de ser tan descabelladas y
hubo una proliferación masiva de paranoides.
La escasez de recursos, el hacinamiento, las bajas en
la economía, la sobre población y falta de guerras gracias a los hippes y las reinas
de belleza exigiendo paz mundial, hacían que las potencias mundiales claramente
tuvieran que buscar otras vías para que el Mundo se equilibrara un poco. Como
plantean, durante una década las películas y series distópicas nos fueron
preparando para saber detectar planes malévolos y de destrucción masiva bajo
las etiquetas más descabelladas, escondidas tras nutrientes con nombres
extravagantes, productos veganos de los odienates de las carnes y lácteos,
terraplanistas convencidos de la Gran Mentira, los detractores de los transgénicos y vacunas. Estos últimos, aseguran, hicieron su gran aporte: hace una década ya
que las nuevas generaciones no son “dominadas” por los negocios farmacológicos
y sus bacterias controladas, sus campañas de inmunización obligatoria. Claro
que ahora son los seguidores de los antivacunas (y no ellos mismos, claro está,
porque tienen toda la cartilla de vacunación en regla desde siempre) los
primeros que seguramente contraerán el virus y morirán. No queda del todo claro
si al final son parte o no de la conspiración y este nuevo fin del mundo pero
muchos han propuesto como medida definitiva declarar a los antivacunas como
enemigos de la Patria, dignos del fusilamiento por ponernos en riesgo a todos con sus excusas
poco científicas.
Otros argumentos
para los gurús paranoides son la falta de recursos sustentables, la venganza de
la Naturaleza que por fin acabaría con su mayor amenaza: la raza humana. Algo
que parece sustentado por la limpieza de las aguas de los canales de Venecia y el
cielo más celeste en las ciudades gracias a la disminución de monóxido de
carbono por la prohibición de circulación masiva. Esto hizo que de repente
todos salieran al balcón a admirarse de que en las urbes también salieran los pájaros
a cantar al atardecer, cuando en realidad siempre lo hacían, pero cada uno
estaba tan enfrascado en sus mambos y tan metidos en sus celulares que nadie se
frenaba a escucharlas.
Hay dentro de los paranoides un grupejo que al poco
tiempo de a cuarentena perdió fuerza por las vicisitudes del encierro. Aquellos
que desde el comienzo puteaban contra todas las pantallas por considerar que el
bombardeo de información y miedo virtual que estaban imponiendo los medios de
comunicación solo obedecían a lógicas socioeconómicas de los interese de
siempre y que estaban tratando de implantar el caos social. Que consideraban
que esto no es más que otro experimento macabro para que de repente las
empresas se den cuenta de que se ahorran miles de millones si no tienen oficinas y
todos sus empleados trabajan de forma remota, las reuniones de negocios son
mejor por Zoom porque se ahorran los viáticos y el personal es más productivo
si pueden manejar sus propios tiempos y horarios para solo conectarse a las
plataformas determinada cantidad de horas cumpliendo tareas específicas usando pantuflas y tanga. Este grupo de paranoides apagó pronto sus tuits de repulsión
a las tecnologías y sobre la desinformación masiva de diarios virtuales, internet y
cadenas nacionales de TV. Cuando la romantización
de la cuarentena comenzó a hacer efecto y ya no quedó otra que quedarse en sus
casas encerrados porque hay una helicóptero que anda vigilando durante el día y
a la noche pasa el patrullero con un alto parlante en voz neutra advirtiendo sobre
el toque de queda para cualquiera que haya olvidado comprar pan y leche y esté
pensando en bajar al supermercado, estos paranoides fueron los primeros en
subir mil videos de tik tok, tutoriales en historias de Instagram sobre cómo
hacer bizcochelos con tres ingredientes o bailar solos la lambada en su dos por
dos, links con cursos online gratuitos de macramé, herboristería y sexo tántrico,
accedieron a todas las plataformas
virtuales de descargas gratuitas de cine nacional y libros clásicos que jamás
verían (ni verán) y empezaron a pasarse horas sentados asomados a las ventanas gritando puteadas a
cualquiera que se atreviera a salir y pasar por sus calles o maltratar
impunemente en las colas de supermercados, verdulerías y carnicerías al inconsciente
que se atreviera a estar a menos de un metro y medio de ellos. Fueron los primeros en poner el grito en el
cielo cuando empezaron a circular fakes diciendo que, si no restringimos un
poco el uso de comunicación por Skype, los streaming,
las maratones de 12 horas por Netflix y chats eternos por whatsapp con medio
planeta pronto las telecomunicaciones colapsarían confinándonos a la soledad de
nuestras cabezas y la obligación insalvable de tener que hablar con las
personas con las que convivimos.
También no falta cada tanto algún paranoide que, muy
al pasar, no desempolve a los Illuinatis. En lo personal nunca entendí sus
retorcidas formas de controlarnos así que son las que menos han llamado mi
atención (algunos paranoides dirán que mi opinión es digna de alguien que tal vez soy simpatizante o parte de ellos, pero no hay que escucharlos). Sí es notable de todas formas aquellos que puntualizan como el
Vaticano, en estado de emergencia total, no ha logrado desprenderse ni de una mínima
parte de sus riquezas para ayudar a los moribundos de Europa y posteriormente el
resto de los infectados. Muchos suponen que temen que el virus se propague
incluso por transferencias bancarias y han decidido no arriesgarse.
Una de las menos resonantes, pero sin duda mis
favoritas entre las conspiraciones que fabulan los paranoides, es la de las
aborteras. Encerrados en sus casas las parejas heterosexuales no tendrán muchas
opciones: o cogen o van juntando espuma para poder separarse de una vez por
todas cuando los críos vuelvan por fin a las escuelas y ya no tengan que fingir
ser familias funcionales. Si asumen el primer mandato tan difundido entre memes
y momos proclives a hacernos creer que lo único importante si estas encerrado
con otro ser humano es, justamente, aprovechar y coger como desquiciados, hacia
el final de este hermoso aislamiento serán muchas las personas embarazadas. Encerrados
no hay métodos anticonceptivos que alcancen. Los forros son caros y duran poco.
Las pastillas e inyecciones en algún momento se acaban. Las únicas personas que
tal vez tengan suerte serán las precavidas que llegaron a ponerse un DIU o
implante antes del encierro obligatorio a pesar de ser instrumentos dignos de satán. El resto, bienvenido el bombo. Como la
crisis será devastadora y los subsidios del Estado no darán abasto entre la deuda
externa, los planes para trabajadores en negro y monotributistas, jubilados,
docentes, las demandas por colapso nervioso del personal del sistema de salud (que
no se llena ni con aplausómetros desde las ventanas y balcones ni con historias
de Instagram donde los pintan como héroes y en realidad están trabajando sin
insumos y viviendo el día a día), los sin techo, y el gran etc. de precarizados fuera
del sistema. Cuando todo esto termine el Estado no podrá cubrir todas las demandas
y claramente, como puntualizan los paranoides, las aborteras verán su oportunidad
para legalizar el aborto y promoverlo masivamente argumentando que no es justo
traer a nadie a un mundo que acaba de ser devastado por una pandemia y predicen que pasará mucho tiempo de hambrunas y crisis sanitaria.
El último grupo de paranoides registrado en estos
días de encierro son los antis. Los que por alguna razón enarbolaban el odio a
la Humanidad en contextos normales, quejándose de tener que asistir a fiestas
de cumpleaños por obligación, juntadas familiares insufribles, copular por
imposición social con cualquier gil para no estar fuera del mercado amoroso,
adictos al Tinder y todas las apps para conocer gente por catálogo. Los que decían
amar estar encerrados en sus casas con sus gatos, plantas, una taza de café y
un buen libro. Esos que ahora a la pandemia se la tomaron como un ataque
personal porque ya no pueden enarbolar su odio por el Mundo, sus vestigios de
emos insoportables de principios del 2000 que se quedaron pegados a una adolescencia
tristísima y escuchan los discos de Nirvana mil veces solo por autoflagelo.
Esos que aplican cinismo y comentarios dark sobre cualquier experiencia mundana.
Estos paranoides saben que todo el cuentito de la pandemia mundial es un ataque
a sus estilos de vida. Porque ya nadie les presta atención ni escucha sus
planes de intentos suicidas. Todos hemos quedado atrapados, aislados en
nuestras casas, confinados al mismo encierro y falta de contacto humano. A
nadie ya le importan sus berrinches contra el sistema capitalista y el Universo. Lo cual
los deja sin aire y les hace caer en la cuenta de que ellos también son
dependientes del afecto más allá de las pantallas.
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