Tijeras
Corté
mis uñas por pulcritud, mi pelo por prolijidad, mi tiempo por productividad.
Mis deseos, por pudor. Mis impulsos, por cobarde; por ser correcta, acorde,
cuerda. Por ser eso que todos esperan.
Respirar
a destiempo no es bueno. No es aceptable. No es normal.
Acorté
mis anhelos por ajustarlos a la medida de mis medios. Deseché mis ansias para
mantener mi pulso estable, pausado.
Equilibrado.
Dejé
de amar para poder seguir. Sola.
Me
olvidé de respirar en pos de la perfección, del molde que elegí. Ese al que me
adecué, por el cual corté mis pies para que ya no caminaran a su antojo. Corté mis manos para que, reducidas a muñones, dejaran de crear. Corté mi voz para
que, muda, fuera sumisa, no pudiera gritar más. Cosí mis labios, me envolví en
la telaraña que con tanto esfuerzo tejí a mí alrededor y dormité.
Sí,
así. Así fue como transformé mi libertad en un ataúd.
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