Murallas


Cara de póker al salir, al tomar clases de yoga y trigonometría. Al subir al metro, al tragar un café de paso. Al asistir a misa o al teatro o a una ejecución donde la guillotina cercena irrealidades en la peatonal. Al almorzar, cenar y merendar. Al devorar poemas susurrados por un ciego al ritmo de las monedas de su limosna, su ganancia. Al bailar y beber hasta las nauseas. Al anónimo invisible; manos y labios en la negrura de un cielo raso durante retruques sobre sábanas ajenas.  Al dormir entre pesadillas con los pies helados dentro de los charcos que dejó una lluvia sorpresa. Al pasear  las yemas de los dedos por lomos de libros comprados y expuestos, vírgenes, en una biblioteca impecable. Templo de lo no sabido. Pantalla de un tal vez.
Cara de póker ante la vida fingida y  rutinas apolilladas. Las ausencias de risas espasmódicas, el esmog pegado en la punta de la nariz. Los lápices enanos devorados por el sacapuntas. La luna velada por esta luminosidad que transmuta todo con su halo anaranjado, eléctrico; papel film de lo olvidado, lo guardado para un después. Memorias llenas de moho y melodramas asonantes.
Cara de póker ante la mimética mímesis de raquíticos pierrots. 


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